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Formación y conciencia para fortalecer el buen trato en residencias

Impulsamos un nuevo ciclo de sesiones para afianzar el trato digno a personas mayores desde la práctica cotidiana

Desde Los Nogales hemos puesto en marcha un nuevo ciclo de formación interna centrado en el buen trato en residencias, el edadismo y la ética del cuidado, dirigido a todo el personal. Se trata de un paso más dentro de nuestro compromiso con una atención centrada en la persona y una cultura del cuidado consciente, respetuosa y libre de actitudes discriminatorias.

A través de talleres vivenciales, dinámicas participativas y análisis de situaciones reales, buscamos abrir espacios de reflexión y revisar aquellas prácticas automáticas que pueden limitar la autonomía o el bienestar de las personas mayores.

En este artículo, conversamos con la persona responsable de impartir estas formaciones en GO Development, que nos invita a replantearnos qué significa el trato digno a personas mayores, cómo se expresa el respeto en lo cotidiano y por qué los pequeños gestos marcan una gran diferencia en la vida de quienes acompañamos.

 

<<Cambiar el tono, evitar infantilizar o dar órdenes, y escuchar activamente, son formas de comunicación que transforman el cuidado en una relación más humana y respetuosa, clave para lograr un verdadero trato digno a personas mayores.>>

 

¿Cómo se diferencia el trato correcto del verdaderamente digno y personalizado?

La diferencia radica en la intención y profundidad del gesto, no solo en la acción en sí. Un trato correcto puede responder a protocolos o rutinas, pero un trato digno a personas mayores nace de una conciencia plena del impacto que nuestras acciones tienen en la otra persona. 

Durante la formación, trabajamos precisamente esa reflexión. No se trata solo de lo que hago, sino de por qué lo hago y qué efecto produce en la dignidad del otro. Esa toma de conciencia es la que nos permite cruzar la línea entre lo correcto y lo verdaderamente humano.  

¿Qué enfoque metodológico seguís en esta formación para lograr implicación emocional y reflexión real en los equipos de profesionales?

La metodología se apoya en dos pilares: participación activa y experiencia empática. Por un lado, promovemos un enfoque dialógico, donde los equipos de profesionales no son oyentes pasivos, sino que participan activamente a través de preguntas, reflexiones y ejemplos de su propia práctica.

Por otro lado, incorporamos talleres vivenciales con dispositivos que simulan situaciones como la pérdida de visión o la aparición de acúfenos. Estas dinámicas generan un fuerte impacto emocional, ya que permiten experimentar en primera persona las barreras sensoriales o el aislamiento que viven muchas personas mayores, facilitando así una verdadera empatía. 

¿Qué formas sutiles o no intencionadas puede tomar el trato no digno en el día a día del personal?

El trato no digno no siempre se manifiesta de forma explícita. A menudo adopta formas sutiles o inconscientes que, sin embargo, afectan profundamente a la persona. Lo trabajamos en el curso con una dinámica en la que cada profesional se proyecta a sí mismo con 82 años en una residencia donde no se practica el buen trato. 

El ejercicio revela cómo pequeños gestos cotidianos, una expresión facial inapropiada al cambiar un pañal, dejar la puerta del baño abierta, o hablar con un tono infantilizante pueden generar deshumanización o malestar. Lo más revelador es que quienes participan reconocen estas prácticas en su día a día, y desde ahí se abre el espacio para el cambio hacia un buen trato en residencias.

¿Qué indicadores se pueden observar cuando una institución está avanzando realmente hacia una cultura del buen trato?

Uno de los principales marcos de referencia es el modelo de atención integral y centrada en la persona (AICP), que además de conceptual, tiene indicadores evaluables y certificables por entidades externas. Pero más allá de los indicadores formales, en el día a día se pueden observar gestos concretos que reflejan esa cultura, cómo se saluda a la persona residente, si se le mira a los ojos, cómo se gestiona su movilidad o si se respeta su intimidad en momentos cotidianos.

La transformación no empieza con grandes cambios, sino con detalles que reflejan respeto y humanidad.

¿Puedes compartir ejemplos de cómo un simple cambio en la forma de comunicarnos puede transformar una relación de cuidado?

Un ejemplo muy simple es sustituir expresiones impersonales como “vamos al baño” por “¿te parece que te acompañe al baño ahora?”. Este pequeño ajuste en el lenguaje devuelve la dignidad a la persona. 

Otro caso es el uso del nombre propio. Dirigirse a alguien por su nombre refuerza su identidad y crea una relación más cercana. Cambiar el tono, evitar infantilizar o dar órdenes, y escuchar activamente, son formas de comunicación que transforman el cuidado en una relación más humana y respetuosa, clave para lograr un verdadero trato digno a personas mayores.

¿Qué mensaje final te gustaría dejar a quienes cuidan cada día, para seguir avanzando hacia un trato más humano y respetuoso?

Me gustaría empezar reconociendo que la gran mayoría de profesionales ya ejercen un trato humano y respetuoso. En los casos en que esto no ocurre, muchas veces responde a automatismos, falta de formación o simplemente al desgaste que produce la rutina. 

Por eso insisto siempre en una idea sencilla pero poderosa: tratemos a los demás como nos gustaría que nos trataran a nosotros o a nuestros seres queridos, dentro de 15 o 20 años. Esa es la clave para avanzar en el buen trato en residencias. Y si cada profesional mantiene viva esa imagen, estaremos dando pasos firmes hacia una atención verdaderamente digna.

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