En ausencia de enfermedad la persona mayor sana puede presentar un deterioro pequeño de las funciones cognitivas.
Con el envejecimiento el cerebro se hace más pequeño disminuyendo el número de neuronas y de conexiones entre ellas. Esto se manifiesta en la dificultad para recordar algunos nombres (afasia nominal), en tener mayor lentitud a la hora de intentar memorizar nueva información o tener alteraciones viso-espaciales (mayor dificultad para orientarse en una ciudad, etc.).
La pérdida de memoria que se manifiesta con la edad depende de la reserva fisiológica que se haya adquirido a lo largo de la vida. De tal forma que la persona que más haya estudiado, más reserva tiene y por lo tanto se va a manifestar la pérdida de memoria mucho más tarde.
Tras una valoración geriátrica integral y una valoración neuropsicológica diferenciamos si la pérdida de memoria es propia de la edad o es patológica. Si la pérdida de memoria es propia de la edad con una adecuada intervención nutricional, ejercicios de memoria y físicos conseguiremos retrasar su aparición.